Resumen

sábado, 25 de enero de 2020

Inventario resumido de López de Gómara


Francisco López de Gómara - Google images

El cronista y conquistador (soldado) Francisco López de Gómara, en su “Historia de la Conquista de México” (Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2007), escribe:

“Así pasaron siete y ocho días con muchas visitas de indios, y esperando al gobernador, y la respuesta de aquel tan gran señor como todos decían; el cual luego vino con un presente muy gentil y rico, que era de muchas mantas y ropetas de algodón blancas y de color y labradas, como ellos usan; muchos penachos y otras lindas plumas y algunas cosas hechas de oro y pluma, rica y primamente obradas; cantidad de joyas y piezas de plata y oro, y dos ruedas delgadas, una de plata, que pesaba cincuenta y dos marcos, con la figura de la luna, y otra de oro, que pesaba cien marcos, hecha como sol, y con muchos follajes y animales de relieve; obra primísima.
Tienen en aquella tierra a estas dos cosas por dioses, y les dan el color de los metales que les semejan. Cada una de ellas tenía hasta diez palmos de ancho y treinta de ruedo. Podía valer este presente veinte mil ducados o poco más; el cual presente tenían para dar a Grijalva si no se fuera, según decían los indios [en San Juan de Ulúa, Capítulo XXVII, p. 56]”

Luego:
Por eso, que se lo tomase todo, y enviase al rey sus derechos muy cumplidamente y lo mejor. Cortés les dijo que tiempo había para tomar él aquello que le daban para sus muchos gastos y deudas, y que de presente no quería más parte de lo que le tocaba como a su capitán general, y lo demás fuese para que aquellos hidalgos comenzasen a pagar las deudillas que traían por venir con él en esta empresa; y porque lo que él tenía ojo a enviar al rey, valía más que lo que le venía del quinto, les rogó no se lo tuviesen a mal, pues era lo primero que enviaban y cosas que no se sufrían partir ni fundir, si excediese de lo acostumbrado, no curando de quintar a peso ni suertes; y como halló en todos ellos buena voluntad, apartó del montón lo siguiente:

Dos ruedas de oro y plata que dio Teudilli de parte de Moteczuma.

Un collar de oro de ocho piezas, en que había ciento ochenta y tres esmeraldas pequeñas engastadas, y doscientas treinta y dos pedrezuelas, como rubíes, de no mucho valor; colgaban de él veintisiete como campanillas de oro y unas cabezas de perlas o berruecos.

Otro collar de cuatro trozos torcidos, con ciento y dos rubinejos, y con ciento setenta y dos esmeraldas; diez perlas buenas no mal engastadas, y por orla veintiséis campanillas de oro. Entrambos collares eran de ver, y tenían otras cosas primas sin las dichas.

Muchos granos de oro, ninguno mayor que garbanzo, así como se hallan en el suelo.

Un casquete de granos de oro sin fundir, sino así groseros, llano y no cargado.

Un morrión de madera chapada de oro, y por fuera de mucha pedrería, y por bebederos veinticinco campanillas de oro, y por cimera un ave verde, con los ojos, pico y pies de oro.

Un capacete de planchuelas de oro y campanillas alrededor, y por la cubierta piedras.

Un brazalete de oro muy delgado.

Una vara, como cetro real, con dos anillos de oro por remates, y guarnecidos de perlas.

Cuatro arrejaques de tres ganchos, cubiertos de pluma de muchos colores, y las puntas de berrueco atado con hilo de oro.

Muchos zapatos como esparteñas, de venado, cosidas con hilo de oro, que tenían la suela de cierta piedra blanco y azul, y muy delgada y transparente.

Seis pares de zapatos de cuero de diverso color, guarnecidos de oro o plata o perlas.

Una rodela de palo y cuero, y a la redonda campanillas de latón morisco, y la copa de una plancha de oro, esculpida en ella Vitcilopuchtli, dios de las batallas, y en aspa cuatro cabezas con su pluma o pelo, al vivo y desollado, que eran de león, de tigre, de águila, y de un buharro (corneja, ave de rapiña parecida al búho).

Muchos cueros de aves y animales, adobados con su misma pluma y pelo.

Veinticuatro rodelas de oro y pluma y aljófar (perla de forma irregular y comúnmente pequeña), vistosas y de mucho primor.

Cinco rodelas de pluma y plata.

Cuatro peces de oro.

 Dos ánades y otras aves, huecas y vaciadas de oro. 

Dos grandes caracoles de oro, que acá no los hay

Un espantoso cocodrilo, con muchos hilos de oro gordo alrededor.

Una barra de latón, y de lo mismo ciertas hachas y unas como azadas.

Un espejo grande guarnecido de oro, y otros chicos.

Muchas mitras y coronas de pluma y oro labradas, y con mil colores y perlas y piedras.

Muchas plumas muy gentiles y de todos colores, no teñidas, sino naturales.

Muchos plumajes y PENACHOS, grandes, lindos y ricos, con argentería (bordadura o filigrana brillante) de oro y aljófar.

Muchos ventalles y moscadores (aventadores, espantamoscas, ventiladores) de oro y pluma, y de pluma sola, chicos y grandes y de toda suerte; pero todos muy hermosos.

Una manta, como capa de algodón tejido, de muchas colores y de pluma, con una rueda negra en medio, con sus rayos, y por de dentro rasa.

Muchos sobrepellices y vestimentas de sacerdotes, palios, frontales y ornamentos de templos y altares.

Muchas otras de estas mantas de algodón, o blancas solamente, o blancas y negras escacadas, o coloradas, verdes, amarillas, azules, y otros colores así. Mas del envés sin pelo ni color, y de fuera vellosas como felpa.

Muchas camisetas, jaquetas, tocadores de algodón; cosas de hombre. 

Muchas mantas de cama, paramentos y alfombras de algodón.

Eran estas cosas más lindas que ricas; aunque las ruedas cosa rica era, y valía más la obra que las mismas cosas, porque los colores del lienzo de algodón eran finísimos, y los de pluma naturales.

Las obras de vaciadizo excedían el juicio de nuestros plateros; de los cuales hablaremos después en conveniente lugar.

Algunos libros (códices!) de figuras por letras, que usan los mexicanos, cogidos como paños, escritos de todas partes. Unos eran de algodón y engrudo, y otros de hojas de metl, que sirven de papel; cosa harto de ver. Pero como no los entendieron, no les estimaron [en la recién fundada Villa Rica de la Veracruz, Capítulo XXXIX, pp. 79-82]”