Resumen

sábado, 25 de enero de 2020

Fotos de posibles partes del Tesoro


Penacho - Museum für Völkerkunde - Vienna - Cat No. 10,402

Los dos componentes principales del Tesoro, que son las dos gigantescas ruedas de oro y de plata, de cerca de 2 metros de diámetro y 5 centímetros de grosor cada una, que representaban el calendario azteca y la luna, respectivamente, fueron fundidas para hacer monedas, por orden del Emperador Carlos V, acuciado por sus enormes deudas.

De los otros componentes descritos de una manera u otra en los diferentes inventarios que hemos incluido en este Blog, no se sabe con certeza si sobrevivieron.

Sin embargo, con la ayuda de expertos, como Christian Fest, Karl Anton Nowotny y otros curadores del museo etnológico (Museum für Völkerkunde) de Viena, Austria, donde fueron a parar los remanentes de las obras de arte americanas recogidas por la corona española, se considera que las siguientes piezas pudieron formar parte del Tesoro.

Aún si no lo eran, son de la misma época y si se comparan las imágenes con las burdas descripciones de quienes hicieron los inventarios, podría encontrarse semejanza.

Manera de colocación del Penacho


Escudo (rodela) Azteca con mosaico de turquesas - Museum für Völkerkunde - Vienna - Cat No. 43,379

Escudo (rodela) adornado de plumas - Museum für Völkerkunde - Vienna - Cat No. 43,380

Efigie en madera de Deidad con Dos Cuernos - Museum für Völkerkunde - Vienna - Cat No. 12,585

Venteador de plumas - Parte Delantera - Museum für Völkerkunde - Vienna - Cat No. 43,281

Serpiente - Museo Metropolitano de Nueva York

Espejo de obsidiana - Museum für Völkerkunde - Vienna - Cat No.  10,416

Representación de Quetzalcóatl como Dios del viento - Usando prendas enviadas a Cortés - Códice Magliabechiano






Inventario aportado por Antonio de Herrera y Tordesillas


Antonio de Herrera y Tordesillas - Wikimedia

Antonio de Herrera y Tordesillas, escribió en 1730, en su Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme  del Mar Océano, Década II, Libro V, Imprenta Real de Nicolás Rodríguez Franco, Madrid, un inventario resumido:

“Volvió al fin Teuthlille con el Caballero Mexicano con más de cien Indios cargados. Y hechas sus reverencias y comedimientos, llevando delante Braseros en que echaban el sahumerio que usaban de Copal, el Mexicano habló, dando a Hernando Cortés la bienvenida.

Y luego, tendidas Esteras, i encima de ellas:

Mantas de Algodón, pusieron diversidad de camisetas y

Telas de Algodón delicadísimas, entretejidas con Plumas de Aves muy delicadas y de diversos colores.

Rodelas (escudos), hechas de Varas delgadas muy blancas, entretejidas con Plumas  y con Patenas de Oro y de Plata, y en otras Perlas menudas, como Aljófar, pues no se puede decir su artificio, lindeza y hermosura.

Un Casquete de Madera muy sutil, cubierto de Granos de Oro por fundir

Un Capacete de Planchas de Oro y Campanillas colgadas y encima asentadas unas Piedras, como Esmeraldas.

Penachos de varias Plumas grandes, con los cabos de Argentería de Oro colgando

Mosqueadores de Plumas ricas, con mil lindezas de Oro y Plata y por maravilloso artificio hechos:

Brazaletes y otras Armaduras de Oro y Plata que usaban en sus Guerras: de tal manera con sus Plumas verdes y amarillas entrepuestas

Cueros de Venado muy adobados y colorados, que no se puede bien decir su hermosura y hechura

Alpargates, ó Sandalias de Cuero de Venado, cosidos con hilo de Oro; y por suelas una Piedra blanca y azul, cosa preciosa y muy delgada, sobresuela muy delgada de algodón

Espejos hechos de Margagita (?), que es un Metal hermosísimo, como Plata muy resplandeciente. Y estos grandes como un puño, redondos como una bola, engastados en Oro, que dejado el valor del Oro, sola la hechura y hermosura suya se pudiera vender muy cara y que a cualquier Rey y Señor Grande se pudieran presentar.

Muchas Mantas y Cortinas para Cama, delgadísimas de algodón, que parecían ser más ricas que si fueran de Seda y de diversos colores

Muchas Piezas de Oro y Plata

Un Collar de Oro que tenía más de cien Esmeraldas y muchos más Rubíes ó Piedras que lo parecían y colgaban muchas Campanillas de Oro

Otro Collar con muchas Esmeraldas y ciertas Perlas ricas y la hechura admirable

Otras Piezas pequeñas como Ranas y Animalejos

Joyas como Medallas, chicas y grandes, que solas las manos ó el primor del artificio de ellas, valía más que el Oro y Plata

Granos de Oro por fundir como se sacaban de las minas, como Garbanzos y mayores.

Dos Ruedas, la una de Oro, esculpida en ella la figura del Sol, con sus Rayos y Follajes y ciertos Animales señalados que pesaba más de cien Marcos; la otra era de Plata, con la figura de la Luna, labrada de la misma manera que el Sol, de cincuenta y tantos Marcos: tenía de grueso como un real de a cuatro y todas macizas: tenían en redondo cada una lo que una rueda de carreta.

Quedaron todos los que las vieron suspensos y admirados de tan gran riqueza. Y juzgóse que valdría el Oro y Plata que allí había, veinticinco mil Castellanos; pero la hechura y hermosura de las cosas mucho más valdría de otro tanto”.[Antonio de Herrera y Tordesillas, Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Década II, Libro V, Imprenta Real de Nicolás Rodríguez Franco, Madrid, 1730] (p. 118)".

Inventario resumido de López de Gómara


Francisco López de Gómara - Google images

El cronista y conquistador (soldado) Francisco López de Gómara, en su “Historia de la Conquista de México” (Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2007), escribe:

“Así pasaron siete y ocho días con muchas visitas de indios, y esperando al gobernador, y la respuesta de aquel tan gran señor como todos decían; el cual luego vino con un presente muy gentil y rico, que era de muchas mantas y ropetas de algodón blancas y de color y labradas, como ellos usan; muchos penachos y otras lindas plumas y algunas cosas hechas de oro y pluma, rica y primamente obradas; cantidad de joyas y piezas de plata y oro, y dos ruedas delgadas, una de plata, que pesaba cincuenta y dos marcos, con la figura de la luna, y otra de oro, que pesaba cien marcos, hecha como sol, y con muchos follajes y animales de relieve; obra primísima.
Tienen en aquella tierra a estas dos cosas por dioses, y les dan el color de los metales que les semejan. Cada una de ellas tenía hasta diez palmos de ancho y treinta de ruedo. Podía valer este presente veinte mil ducados o poco más; el cual presente tenían para dar a Grijalva si no se fuera, según decían los indios [en San Juan de Ulúa, Capítulo XXVII, p. 56]”

Luego:
Por eso, que se lo tomase todo, y enviase al rey sus derechos muy cumplidamente y lo mejor. Cortés les dijo que tiempo había para tomar él aquello que le daban para sus muchos gastos y deudas, y que de presente no quería más parte de lo que le tocaba como a su capitán general, y lo demás fuese para que aquellos hidalgos comenzasen a pagar las deudillas que traían por venir con él en esta empresa; y porque lo que él tenía ojo a enviar al rey, valía más que lo que le venía del quinto, les rogó no se lo tuviesen a mal, pues era lo primero que enviaban y cosas que no se sufrían partir ni fundir, si excediese de lo acostumbrado, no curando de quintar a peso ni suertes; y como halló en todos ellos buena voluntad, apartó del montón lo siguiente:

Dos ruedas de oro y plata que dio Teudilli de parte de Moteczuma.

Un collar de oro de ocho piezas, en que había ciento ochenta y tres esmeraldas pequeñas engastadas, y doscientas treinta y dos pedrezuelas, como rubíes, de no mucho valor; colgaban de él veintisiete como campanillas de oro y unas cabezas de perlas o berruecos.

Otro collar de cuatro trozos torcidos, con ciento y dos rubinejos, y con ciento setenta y dos esmeraldas; diez perlas buenas no mal engastadas, y por orla veintiséis campanillas de oro. Entrambos collares eran de ver, y tenían otras cosas primas sin las dichas.

Muchos granos de oro, ninguno mayor que garbanzo, así como se hallan en el suelo.

Un casquete de granos de oro sin fundir, sino así groseros, llano y no cargado.

Un morrión de madera chapada de oro, y por fuera de mucha pedrería, y por bebederos veinticinco campanillas de oro, y por cimera un ave verde, con los ojos, pico y pies de oro.

Un capacete de planchuelas de oro y campanillas alrededor, y por la cubierta piedras.

Un brazalete de oro muy delgado.

Una vara, como cetro real, con dos anillos de oro por remates, y guarnecidos de perlas.

Cuatro arrejaques de tres ganchos, cubiertos de pluma de muchos colores, y las puntas de berrueco atado con hilo de oro.

Muchos zapatos como esparteñas, de venado, cosidas con hilo de oro, que tenían la suela de cierta piedra blanco y azul, y muy delgada y transparente.

Seis pares de zapatos de cuero de diverso color, guarnecidos de oro o plata o perlas.

Una rodela de palo y cuero, y a la redonda campanillas de latón morisco, y la copa de una plancha de oro, esculpida en ella Vitcilopuchtli, dios de las batallas, y en aspa cuatro cabezas con su pluma o pelo, al vivo y desollado, que eran de león, de tigre, de águila, y de un buharro (corneja, ave de rapiña parecida al búho).

Muchos cueros de aves y animales, adobados con su misma pluma y pelo.

Veinticuatro rodelas de oro y pluma y aljófar (perla de forma irregular y comúnmente pequeña), vistosas y de mucho primor.

Cinco rodelas de pluma y plata.

Cuatro peces de oro.

 Dos ánades y otras aves, huecas y vaciadas de oro. 

Dos grandes caracoles de oro, que acá no los hay

Un espantoso cocodrilo, con muchos hilos de oro gordo alrededor.

Una barra de latón, y de lo mismo ciertas hachas y unas como azadas.

Un espejo grande guarnecido de oro, y otros chicos.

Muchas mitras y coronas de pluma y oro labradas, y con mil colores y perlas y piedras.

Muchas plumas muy gentiles y de todos colores, no teñidas, sino naturales.

Muchos plumajes y PENACHOS, grandes, lindos y ricos, con argentería (bordadura o filigrana brillante) de oro y aljófar.

Muchos ventalles y moscadores (aventadores, espantamoscas, ventiladores) de oro y pluma, y de pluma sola, chicos y grandes y de toda suerte; pero todos muy hermosos.

Una manta, como capa de algodón tejido, de muchas colores y de pluma, con una rueda negra en medio, con sus rayos, y por de dentro rasa.

Muchos sobrepellices y vestimentas de sacerdotes, palios, frontales y ornamentos de templos y altares.

Muchas otras de estas mantas de algodón, o blancas solamente, o blancas y negras escacadas, o coloradas, verdes, amarillas, azules, y otros colores así. Mas del envés sin pelo ni color, y de fuera vellosas como felpa.

Muchas camisetas, jaquetas, tocadores de algodón; cosas de hombre. 

Muchas mantas de cama, paramentos y alfombras de algodón.

Eran estas cosas más lindas que ricas; aunque las ruedas cosa rica era, y valía más la obra que las mismas cosas, porque los colores del lienzo de algodón eran finísimos, y los de pluma naturales.

Las obras de vaciadizo excedían el juicio de nuestros plateros; de los cuales hablaremos después en conveniente lugar.

Algunos libros (códices!) de figuras por letras, que usan los mexicanos, cogidos como paños, escritos de todas partes. Unos eran de algodón y engrudo, y otros de hojas de metl, que sirven de papel; cosa harto de ver. Pero como no los entendieron, no les estimaron [en la recién fundada Villa Rica de la Veracruz, Capítulo XXXIX, pp. 79-82]”

¿Qué pasó con las gigantescas ruedas de oro y plata?


Calendario Azteca - Wikimedia


Desgraciadamente, fueron fundidas, debido a las constantes crisis financieras del Emperador Carlos V, com las fabulosas sumas que tuvo que pagar como sobornos para que le nombrasen Emperador, en lugar del rey de Francia, dinero que pidió prestado a los mayores banqueros de la época, a pesar de las fabulosas fortunas que recibía en oro y plata.
La prueba reina es que ya no existen.

Otra prueba:
Barcelona, 11 de Mayo de 1535, noche, Carta del embajador Salinas al Secretario Castillejo: “(El Emperador Carlos V) Ha ordenado de venir a esta ciudad los monederos de todos sus reinos y hecho traer el oro y plata de las Indias para que aquí se labre por escudos (monedas), y de ésta moneda será proveído y servido. Aquí se han traído las tinajas del oro y plata para ser labrada la moneda”.[ Martín de Salinas, El emperador Carlos V y su corte según las cartas de Don Martín de Salinas, embajador del infante Don Fernando (1522-1539), Fortanet, Madrid, 1903. Carta No. 277,] (p. 648).

En 1535, Martín de Salinas era secretario y embajador de Fernando, Rey de los Romanos, Hungría y Bohemia en la corte de Carlos V. Texto citado en el libro: Cultural Hierarchy in XVI Century Europe: The Ottomans and the Mexicans, Carina L. Johnson, Cambridge University Press, 2012, p. 97.

Continúa la Sra. Johnson: “Estos objetos de oro y plata fueron fundidos para financiar la nueva ofensiva de Carlos V contra Túnez, que había sido tomada y mantenida por un súbdito Otomano, Hayreddin Barbarossa. Otros objetos de estos tesoros enviados antes que no pudieron ser fundidos parecen haber desaparecido de los registros escritos durante décadas después de 1520. ¿Qué pasó durante los 15 años comprendidos entre 1520 y 1535? …


Escribe Pedro Mártir de Anglería (Wikipedia: Pedro Mártir de Anglería, en italiano Pietro Martire d'Anghiera (Arona, Milanesado, 2 de febrero de 1457 - Granada, octubre de 1526), fue un humanista y cortesano al servicio de los Reyes Católicos y de sus sucesores. Fue miembro del Consejo de Indias (1520-26)1​ y cronista de Indias (1520), ocupó diversos cargos eclesiásticos y llevó a cabo una misión diplomática a Egipto. Se le conoce principalmente por sus escritos acerca del descubrimiento de América):

“ Trajeron dos muelas (ruedas) de molino, una de oro y otra de plata, macizas, de casi igual circunferencia, y de veintiocho palmos. La de oro pesa tres mil ochocientos castellanos; ya dijimos que el castellano es una moneda de oto que vale una cuarta parte más que el ducado. El centro lo ocupa, cual rey sentado en su trono, una imagen de un codo, vestida hasta la rodilla, semejante a un zeme, con la cara con que entre nosotros se pintan los espectros nocturnos, en campo de ramas, flores y follaje. La misma cara tiene la de plata, y casi el mismo peso, y el metal de las dos es puro".

Calendario Azteca


Escribe Francis Augustus McNutt, traductor (latín-inglés) de la obra de Pedro Másrtir de Anglería
"Desafortunadamente para la Historia de América,  parece que no había ninguno dentro del grupo de Cortés (y dentro de la clase culta europea de la época, añadimos) que comprendiese la importancia de conservar éstos registros.
Muchos de los misioneros que llegaron después de los Conquistadores consideraron la destrucción sistemática de todo lo que permitiese perpetuar las creencias y prácticas paganas como esenciales para su éxito. La posteridad ha deplorado su celo indiscriminado.
Es problemática la pérdida que ha significado la destrucción de libros y registros decretados por los Obispos Fran Juan de Zumárraga en México y Fray Diego de Landa en Yucatán.
Parece que los Mexicanos sabían sorprendentemente poco sobre el origen y la historia temprana de sus tribus; cuando los Españoles conquistaron la península de Yucatán, no hubo nadie capaz de descifrar los jeroglíficos tallados en los templos y monumentos.
Si bien no podemos medir la culpa debida a los destructores, podemos y debemos reconocer nuestra deuda con hombres como Sahagún, Torquemada, Motolinía, Acosta y otros, todos miembros de órdenes religiosas, a quienes, con sus grandes esfuerzos, debemos la preservación de tales registros  que ahora son patrimonio de la Humanidad".
Pocos años después de la Conquista, casi no había nadie capaz de descifrar los registros nativos o interpretar los Códices:  Ixtlilxochitl afirma que en su tiempo sólo existían dos hombres muy viejos capaces de hacerlo: Nota del Editor (Francis Augustus MacNutt, traductor del Latín al Inglés de De Orbe Novo, The Eight Decades (1457-1526)”, de Pedro Mártir de Anglería, Vol. II, 1912, G.P. Putnam´s Sons, New York, London, pp. 40-41. Pedro Mártir de Anglería, “Décadas del Nuevo Mundo”, Ediciones Polifemo, Madrid, 1989

Escribe Marcos Jiménez de la Espada:
“...y don Francisco (de Toledo, virrey 1569-1581), respondiendo a los deseos de su amo, en Carta del Cuzco (10. de Marzo de 1572), le decía: Codicia he tenido en que entre las memorias de grandezas que de otros reinos V. M. puede tener en sus armerías y recámara… Sin embargo, la pieza que más hubiera lucido en el real gabinete (creía el de Toledo) que debía tener otro destino: La imagen del sol, toda de oro fino, “Tamaña como la Rueda de un Carro” de igual tamaño y también representando al sol como la que regaló Moctezuma a Hernán Cortés y su Cabildo envió a la Reina Juana y su Hijo, según comparación del Cronista Felipe de Pomanes (o Pamanes)[Felipe de Pomanes, “Los Notables del Perú”: León Pinelo señala que “es una descripción de sus ciudades, con pedazos de su historia” (Ms. Lima 1609, Referencia León Pinelo, 1737). Porras Barrenechea dice que se perdió.], arriesgada y perdida en una noche por Mancio Sierra de Leguízamo, en opinión del ingenuo Garcilaso y hallada efectivamente por nuestros soldados en poder del Inca Tupac Amaru, al hacerle prisionero en Villacampa, aconsejaba el virrey a S. M. que se ofreciese al Papa”. Y cierto, le escribía en 9 de octubre de 1572, que por ser la raíz y cabeza de todos los engaños e ídolos éste, de donde han pendido los demás, me parece que era paga y satisfacción que V. Magestad podía hacer a Su Santidad del cuidado que le mandó tener de esto, cuando encargó a V. M. la conversión de éstas tierras”[Marcos Jiménez de la Espada, “Tres Relaciones de las Antigüedades Peruanas”, Ministerio de Fomento, Madrid, Imprenta M. Tello, 1987]. (p. XIX).

Escribe Harold Jants:
 “Cuando Cortés desembarcó en las costas de México, el primer gesto diplomático del Emperador Moctezuma, cerca de la Semana Santa de 1519, fue enviarle embajadores con regalos de tal magnificencia y valor que lo que consiguieron fue aumentar sus ansias por proseguir con la conquista de esta parte del Nuevo Mundo…

Este Tesoro fue exhibido en Sevilla (?) y Valladolid, y cuando Carlos regresó a Holanda en Mayo de 1520, lo llevó consigo y lo exhibió en Bruselas.

Fue allí donde el artista de Nüremberg, Alberto Durero, pudo verlo durante su viaje a Holanda. Su descripción del Tesoro Mexicano está imbuido con el sentido de maravilla que es uno de los rasgos más atractivos del Renacimiento: “También vi las cosas que le fueron traídas al Rey de la Nueva Tierra de Oro: un Sol enteramente de oro de toda una braza de largo; asimismo una Luna enteramente de plata del mismo tamaño; también varias curiosidades de sus armas, armaduras y proyectiles; vestidos muy extraños, mantas y toda clase de artículos raros de uso humano, todo lo cual es más bello de verse que maravilla. Estas cosas eran todas tan preciosas que estaban valuadas en cien mil florines. Pero nunca he visto en todos mis días nada que regocijara tanto a mi corazón como estas cosas. Pues vi entre ellas sorprendentes objetos de arte y me maravillé del sutil ingenio de los hombres de esas lejanas tierras. En efecto, no puedo decir bastante sobre las cosas que estaban allí frente a mí. He visto en esta ocasión toda suerte de magnificencias. Ninguno de nosotros ha visto jamás cosas tan suntuosas”. (Traducción en Ignacio Bernal, Museo Nacional de Antropología de México, Edición 1982).

Es de destacar cómo Durero, confrontado de pronto  por un arte que le era totalmente extraño, totalmente divergente de la práctica y los estándares del gusto Europeos, pudiese tomar inmediatamente una actitud positiva hacia él, en lugar de caer en los clichés convencionales de “bárbaro”, “grotesco” y así por el estilo. Qué pasó con ése Tesoro de Moctezuma?”

Los trabajos de arte elaborado con oro son los más vulnerables de ser reducidos (fundidos) a su contenido metálico, y así el Gran Disco del Sol de Montezuma pronto desapareció, parece que sin traza ni registro alguno. La Luna de plata (junto con otros trabajos de plumas) los regaló Carlos, como apropiado simbolismo, a su tía Margarita, regente de Holanda, y puede ser trazado durante unos pocos años después (???).

La -------- (cloak) de plumas en el Museo de Bruselas y una Máscara en el Museo Británico comprada en Brujas (Bruges) probablemente pertenecen a ese Tesoro, y muchas otras máscaras de mosaicos en colecciones italianas aparentemente pueden trazarse a un regalo de Carlos al Papa Clemente VII.

Bien registradas, por contraste, quedaron, como parte del Tesoro, diez piezas que llegaron a Nüremberg en Enero de 1524 para Fernando, hermano de Carlos V, y parte de ellas fueron a la gran colección que el sobrino de Carlos, Fernando de Tirol, acumulaba en el Castillo de Ambras.

Esta colección de Ambras, una de las más grandes del Renacimiento, se preservó durante siglos y muchos objetos se muestran hoy día en varios Museos de Viena; varias piezas del Tesoro se encuentran en el Museo Etnológico. Puesto que varios objetos de arte Mexicano fueron enviados a Ambras, no podemos estar completamente seguros de cuáles de las piezas preservadas pertenecen a ése Tesoro. El penacho y el escudo con mosaico de turquesas casi con certeza lo son. Posiblemente, también el Gold Bird´s Beak y el abanico de plumas, pero ciertamente no (???) el escudo de plumas con el coyote azul, ni el espejo de obsidiana”.
Harold Jants, “Images of America in the German Renaissance”, en “First Images of America, the Impact of the New World on the Old”, editor: Fredi Chiapelli, University of California Press, Berkeley, 1976, páginas 93-95

Un resumen exhaustivamente documentado sobre todo este tema, con nuevas contribuciones, se encuentra en el artículo “Die Gastgeschenke des Motecuzoma an Cortés”, escrito por Karl Antony Nowotny, curador del Museum für Völkerkunde (Museo de Etnología de Viena, Austria) en el libro Archiv für Vólkerkunde, Bande II, (1947), pp. 210-221.
Ver también su “Mexicanische Kostbarkeiten aus Kuntskammern der Renaissance...” (Viena, 1960).

Opinión de Durero sobre el Tesoro



Albrecht Dürer (Alberto Durero) - Autorretrato - 1500

Esta es la opinión que consignó en su diario Albrecht Dürer (Alberto Durero), el famoso artista, grabador, orfebre y teórico del renacimiento alemán, el más famoso en el norte de Europa en la época, después de observar atentamente el Tesoro durante varios días de agosto de 1520 en el salón-museo del palacio que Margarita de Austria (tía del Emperador Carlos V), Gobernadora de los Países Bajos, tenía en Malinas, Bélgica, cerca de Bruselas:

 “También vi las cosas que le fueron traídas al Rey de la Nueva Tierra de Oro: un Sol enteramente de oro de toda una braza de largo; asimismo una Luna enteramente de plata del mismo tamaño; también varias curiosidades de sus armas, armaduras y proyectiles; vestidos muy extraños, mantas y toda clase de artículos raros de uso humano, todo lo cual es más bello de verse que maravilla. Estas cosas eran todas tan preciosas que estaban valuadas en cien mil florines. Pero nunca he visto en todos mis días nada que regocijara tanto a mi corazón como estas cosas. Pues vi entre ellas sorprendentes objetos de arte y me maravillé del sutil ingenio de los hombres de esas lejanas tierras. En efecto, no puedo decir bastante sobre las cosas que estaban allí frente a mí. He visto en esta ocasión toda suerte de magnificencias. Ninguno de nosotros ha visto jamás cosas tan suntuosas”. 
(En Ignacio Bernal, Museo Nacional de Antropología de México, Edición 1982).