Resumen

sábado, 25 de enero de 2020

¿Qué pasó con las gigantescas ruedas de oro y plata?


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Desgraciadamente, fueron fundidas, debido a las constantes crisis financieras del Emperador Carlos V, com las fabulosas sumas que tuvo que pagar como sobornos para que le nombrasen Emperador, en lugar del rey de Francia, dinero que pidió prestado a los mayores banqueros de la época, a pesar de las fabulosas fortunas que recibía en oro y plata.
La prueba reina es que ya no existen.

Otra prueba:
Barcelona, 11 de Mayo de 1535, noche, Carta del embajador Salinas al Secretario Castillejo: “(El Emperador Carlos V) Ha ordenado de venir a esta ciudad los monederos de todos sus reinos y hecho traer el oro y plata de las Indias para que aquí se labre por escudos (monedas), y de ésta moneda será proveído y servido. Aquí se han traído las tinajas del oro y plata para ser labrada la moneda”.[ Martín de Salinas, El emperador Carlos V y su corte según las cartas de Don Martín de Salinas, embajador del infante Don Fernando (1522-1539), Fortanet, Madrid, 1903. Carta No. 277,] (p. 648).

En 1535, Martín de Salinas era secretario y embajador de Fernando, Rey de los Romanos, Hungría y Bohemia en la corte de Carlos V. Texto citado en el libro: Cultural Hierarchy in XVI Century Europe: The Ottomans and the Mexicans, Carina L. Johnson, Cambridge University Press, 2012, p. 97.

Continúa la Sra. Johnson: “Estos objetos de oro y plata fueron fundidos para financiar la nueva ofensiva de Carlos V contra Túnez, que había sido tomada y mantenida por un súbdito Otomano, Hayreddin Barbarossa. Otros objetos de estos tesoros enviados antes que no pudieron ser fundidos parecen haber desaparecido de los registros escritos durante décadas después de 1520. ¿Qué pasó durante los 15 años comprendidos entre 1520 y 1535? …


Escribe Pedro Mártir de Anglería (Wikipedia: Pedro Mártir de Anglería, en italiano Pietro Martire d'Anghiera (Arona, Milanesado, 2 de febrero de 1457 - Granada, octubre de 1526), fue un humanista y cortesano al servicio de los Reyes Católicos y de sus sucesores. Fue miembro del Consejo de Indias (1520-26)1​ y cronista de Indias (1520), ocupó diversos cargos eclesiásticos y llevó a cabo una misión diplomática a Egipto. Se le conoce principalmente por sus escritos acerca del descubrimiento de América):

“ Trajeron dos muelas (ruedas) de molino, una de oro y otra de plata, macizas, de casi igual circunferencia, y de veintiocho palmos. La de oro pesa tres mil ochocientos castellanos; ya dijimos que el castellano es una moneda de oto que vale una cuarta parte más que el ducado. El centro lo ocupa, cual rey sentado en su trono, una imagen de un codo, vestida hasta la rodilla, semejante a un zeme, con la cara con que entre nosotros se pintan los espectros nocturnos, en campo de ramas, flores y follaje. La misma cara tiene la de plata, y casi el mismo peso, y el metal de las dos es puro".

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Escribe Francis Augustus McNutt, traductor (latín-inglés) de la obra de Pedro Másrtir de Anglería
"Desafortunadamente para la Historia de América,  parece que no había ninguno dentro del grupo de Cortés (y dentro de la clase culta europea de la época, añadimos) que comprendiese la importancia de conservar éstos registros.
Muchos de los misioneros que llegaron después de los Conquistadores consideraron la destrucción sistemática de todo lo que permitiese perpetuar las creencias y prácticas paganas como esenciales para su éxito. La posteridad ha deplorado su celo indiscriminado.
Es problemática la pérdida que ha significado la destrucción de libros y registros decretados por los Obispos Fran Juan de Zumárraga en México y Fray Diego de Landa en Yucatán.
Parece que los Mexicanos sabían sorprendentemente poco sobre el origen y la historia temprana de sus tribus; cuando los Españoles conquistaron la península de Yucatán, no hubo nadie capaz de descifrar los jeroglíficos tallados en los templos y monumentos.
Si bien no podemos medir la culpa debida a los destructores, podemos y debemos reconocer nuestra deuda con hombres como Sahagún, Torquemada, Motolinía, Acosta y otros, todos miembros de órdenes religiosas, a quienes, con sus grandes esfuerzos, debemos la preservación de tales registros  que ahora son patrimonio de la Humanidad".
Pocos años después de la Conquista, casi no había nadie capaz de descifrar los registros nativos o interpretar los Códices:  Ixtlilxochitl afirma que en su tiempo sólo existían dos hombres muy viejos capaces de hacerlo: Nota del Editor (Francis Augustus MacNutt, traductor del Latín al Inglés de De Orbe Novo, The Eight Decades (1457-1526)”, de Pedro Mártir de Anglería, Vol. II, 1912, G.P. Putnam´s Sons, New York, London, pp. 40-41. Pedro Mártir de Anglería, “Décadas del Nuevo Mundo”, Ediciones Polifemo, Madrid, 1989

Escribe Marcos Jiménez de la Espada:
“...y don Francisco (de Toledo, virrey 1569-1581), respondiendo a los deseos de su amo, en Carta del Cuzco (10. de Marzo de 1572), le decía: Codicia he tenido en que entre las memorias de grandezas que de otros reinos V. M. puede tener en sus armerías y recámara… Sin embargo, la pieza que más hubiera lucido en el real gabinete (creía el de Toledo) que debía tener otro destino: La imagen del sol, toda de oro fino, “Tamaña como la Rueda de un Carro” de igual tamaño y también representando al sol como la que regaló Moctezuma a Hernán Cortés y su Cabildo envió a la Reina Juana y su Hijo, según comparación del Cronista Felipe de Pomanes (o Pamanes)[Felipe de Pomanes, “Los Notables del Perú”: León Pinelo señala que “es una descripción de sus ciudades, con pedazos de su historia” (Ms. Lima 1609, Referencia León Pinelo, 1737). Porras Barrenechea dice que se perdió.], arriesgada y perdida en una noche por Mancio Sierra de Leguízamo, en opinión del ingenuo Garcilaso y hallada efectivamente por nuestros soldados en poder del Inca Tupac Amaru, al hacerle prisionero en Villacampa, aconsejaba el virrey a S. M. que se ofreciese al Papa”. Y cierto, le escribía en 9 de octubre de 1572, que por ser la raíz y cabeza de todos los engaños e ídolos éste, de donde han pendido los demás, me parece que era paga y satisfacción que V. Magestad podía hacer a Su Santidad del cuidado que le mandó tener de esto, cuando encargó a V. M. la conversión de éstas tierras”[Marcos Jiménez de la Espada, “Tres Relaciones de las Antigüedades Peruanas”, Ministerio de Fomento, Madrid, Imprenta M. Tello, 1987]. (p. XIX).

Escribe Harold Jants:
 “Cuando Cortés desembarcó en las costas de México, el primer gesto diplomático del Emperador Moctezuma, cerca de la Semana Santa de 1519, fue enviarle embajadores con regalos de tal magnificencia y valor que lo que consiguieron fue aumentar sus ansias por proseguir con la conquista de esta parte del Nuevo Mundo…

Este Tesoro fue exhibido en Sevilla (?) y Valladolid, y cuando Carlos regresó a Holanda en Mayo de 1520, lo llevó consigo y lo exhibió en Bruselas.

Fue allí donde el artista de Nüremberg, Alberto Durero, pudo verlo durante su viaje a Holanda. Su descripción del Tesoro Mexicano está imbuido con el sentido de maravilla que es uno de los rasgos más atractivos del Renacimiento: “También vi las cosas que le fueron traídas al Rey de la Nueva Tierra de Oro: un Sol enteramente de oro de toda una braza de largo; asimismo una Luna enteramente de plata del mismo tamaño; también varias curiosidades de sus armas, armaduras y proyectiles; vestidos muy extraños, mantas y toda clase de artículos raros de uso humano, todo lo cual es más bello de verse que maravilla. Estas cosas eran todas tan preciosas que estaban valuadas en cien mil florines. Pero nunca he visto en todos mis días nada que regocijara tanto a mi corazón como estas cosas. Pues vi entre ellas sorprendentes objetos de arte y me maravillé del sutil ingenio de los hombres de esas lejanas tierras. En efecto, no puedo decir bastante sobre las cosas que estaban allí frente a mí. He visto en esta ocasión toda suerte de magnificencias. Ninguno de nosotros ha visto jamás cosas tan suntuosas”. (Traducción en Ignacio Bernal, Museo Nacional de Antropología de México, Edición 1982).

Es de destacar cómo Durero, confrontado de pronto  por un arte que le era totalmente extraño, totalmente divergente de la práctica y los estándares del gusto Europeos, pudiese tomar inmediatamente una actitud positiva hacia él, en lugar de caer en los clichés convencionales de “bárbaro”, “grotesco” y así por el estilo. Qué pasó con ése Tesoro de Moctezuma?”

Los trabajos de arte elaborado con oro son los más vulnerables de ser reducidos (fundidos) a su contenido metálico, y así el Gran Disco del Sol de Montezuma pronto desapareció, parece que sin traza ni registro alguno. La Luna de plata (junto con otros trabajos de plumas) los regaló Carlos, como apropiado simbolismo, a su tía Margarita, regente de Holanda, y puede ser trazado durante unos pocos años después (???).

La -------- (cloak) de plumas en el Museo de Bruselas y una Máscara en el Museo Británico comprada en Brujas (Bruges) probablemente pertenecen a ese Tesoro, y muchas otras máscaras de mosaicos en colecciones italianas aparentemente pueden trazarse a un regalo de Carlos al Papa Clemente VII.

Bien registradas, por contraste, quedaron, como parte del Tesoro, diez piezas que llegaron a Nüremberg en Enero de 1524 para Fernando, hermano de Carlos V, y parte de ellas fueron a la gran colección que el sobrino de Carlos, Fernando de Tirol, acumulaba en el Castillo de Ambras.

Esta colección de Ambras, una de las más grandes del Renacimiento, se preservó durante siglos y muchos objetos se muestran hoy día en varios Museos de Viena; varias piezas del Tesoro se encuentran en el Museo Etnológico. Puesto que varios objetos de arte Mexicano fueron enviados a Ambras, no podemos estar completamente seguros de cuáles de las piezas preservadas pertenecen a ése Tesoro. El penacho y el escudo con mosaico de turquesas casi con certeza lo son. Posiblemente, también el Gold Bird´s Beak y el abanico de plumas, pero ciertamente no (???) el escudo de plumas con el coyote azul, ni el espejo de obsidiana”.
Harold Jants, “Images of America in the German Renaissance”, en “First Images of America, the Impact of the New World on the Old”, editor: Fredi Chiapelli, University of California Press, Berkeley, 1976, páginas 93-95

Un resumen exhaustivamente documentado sobre todo este tema, con nuevas contribuciones, se encuentra en el artículo “Die Gastgeschenke des Motecuzoma an Cortés”, escrito por Karl Antony Nowotny, curador del Museum für Völkerkunde (Museo de Etnología de Viena, Austria) en el libro Archiv für Vólkerkunde, Bande II, (1947), pp. 210-221.
Ver también su “Mexicanische Kostbarkeiten aus Kuntskammern der Renaissance...” (Viena, 1960).