Resumen

viernes, 24 de enero de 2020

Paleografía del inventario de Cortés por Juan Bautista Muñoz

Juan Bautista Muñoz, por Francisco de Goya - Wikimedia

Juan Bautista Muñoz: Cosmógrafo y cronista de Indias. Personalidad fundamental en el americanismo del siglo XVIII en cuanto a las fuentes documentales se refiere.

Muñoz tuvo acceso a una copia (transcripción manuscrita) de la "Relación Sámano", que es un conjunto de documentos originales (denominado Código CXX en esa época) recopilados en la Corte del Rey/Emperador de  España, realizada por Domingo de Iriarte (Domingo Gabriel José de Iriarte y Nieves Ravelo), secretario de la embajada de España en Viena y quien recibió el encargo, con ese único propósito (copia manuscrita de todo el Código CXX, durante algún período, mientras estuvo ejerciendo como secretario durante diez años a partir de 1776), por orden del Conde de Floridablanca, entonces Ministro de Estado.

De la transcripción realizada por Iriarte de ese "Código CXX", que hoy día tiene el Código "S. N. 1600" en la ONB, Österreichischen Nationalbibliothek o Biblioteca Nacional de Austria, en Viena, existe una copia en la Real Academia de Historia en Madrid, de la que se vende copia en formato digital.

Denominamos "Relación Sámano" al S.N. 1600 por Juan Sámano o Samano, quien era Secretario del Emperador Carlos V, porque contiene una nota suya al final del extenso conjunto de documentos con su firma, dirigida al Rey Fernando I de Bohemia-Hungría (le trata de V. A.). Se asume que esa compilación (Código CXX) la ordenó el mismo Sámano.

Haremos otro Blog sobre un tema muy importante incluido en la Relación Sámano, relacionado con la indiscutible navegación prehispánica en alta mar a lo largo de las costas de Ecuador, Colombia y hasta México.

Juan Bautista Muñoz, quien por orden expresa del rey tuvo acceso total a todas las bibliotecas y archivos existentes en España, privados y públicos, estudió la Relación Sámano, donde están las Cartas de Relación de Cortés. Ya sabemos que el inventario del Tesoro está incluido en la Primera Relación y en otro Post incluimos imágenes escaneadas del original existente en la ONB (Viena, Austria). La génesis del Archivo General de Indias, en Sevilla, que intentó recoger toda la documentación escrita generada en América y recopilada por la Corte, debe mucho a su intervención.

Juan Bautista Muñoz también tuvo acceso al inventario del Tesoro contenido en el Manual del Tesorero existente en el AGI, del que también hemos publicado en exclusiva imágenes escaneadas en otro Post.

El Abate Francisco Javier Clavijero, en su "Historia Antigua de México", Tomo II (1781), Departamento Editorial de la Dirección General de Bellas Artes, México, 1917, pp. 487-498, incluye la paleografía del inventario, realizada por el ilustre Juan Bautista Muñoz a partir de la copia manuscrita realizada por Iriarte a la que añade importantes observaciones y adiciones al mismo, tomadas del inventario oficial del Manual del Tesorero y de la que se apropia posteriormente Martín Fernández Navarrete. Decidimos eliminar las frecuentes plabras "item", "mas" y "otrosí" para facilitar la lectura del inventario y por ser repetitivas e innecesarias.


Memoria 

De las joyas, rodelas (escudos) y ropa remitidas al emperador Carlos V por Don Fernando Cortés y el Ayuntamiento de Veracruz, con sus Procuradores Francisco de Montejo y Alonso Hernández Portocarrero

El contenido de esta memoria es del mayor interés, porque manifiesta cuál era el estado de las artes de lujo de los mexicanos antes de tener comunicación alguna con los europeos.

“Don Juan Bautista Muñoz cotejó en 30 de marzo de 1784 esta relación que sigue de los presentes enviados de Nueva España, con otra que se halló en el libro llamado "Manual del Tesorero" de la Casa de Contratación de Sevilla, y de este último manuscrito son las variantes que ponemos al pie”.

El oro, joyas, piedras y plumajes que se han habido en estas partes nuevamente descubiertas, después que estamos en ella, que vos Alfonso Fernández Portocarrero y Francisco de Montejo que vais por procuradores de esta Rica Villa de la Vera Cruz, a los muy altos y excelentísimos príncipes, muy católicos y muy grandes reyes y señores, la reina doña Juana y don Carlos su hijo nuestros señores lleváis, son las siguientes:

Una rueda de oro grande con una figura de monstruos en ella y labrada toda de follajes, la cual pesó tres mil ochocientos pesos de oro; y en esta rueda, porque era la mejor pieza que acá se había habido y de mejor oro, se tomó el quinto para sus altezas que fue de dos mil castellanos que les pertenecía por su quinto y derecho real según la capitulación que trajo el capitán general Fernando Cortés de los Padres Gerónimos que residen en la isla Española y en las otras; y los mil y ochocientos pesos restantes a todo lo demás que tiene a cumplimiento de los mil doscientos pesos, el Consejo de esta Villa hace servicio de ello a sus altezas, con todo lo demás que aquí en esta memoria va, que era y pertenecía a los de esta dicha Villa.

Dos collares de oro y pedrería. Uno tiene ocho hilos y en ellos doscientas treinta y dos piedras coloradas y ciento sesenta y tres verdes; y cuelgan de dicho collar por su orladura veintisiete cascabeles de oro; y en medio de ellos hay cuatro figuras de piedras grandes engastadas en oro. Y de cada una de las dos de en medio cuelgan pinjantes sencillos, y en los cabos de los dos cada cuatro pinjantes doblados. Y el otro collar tiene cuatro hilos que tienen ciento dos piedras coloradas y ciento sesenta y dos piedras que parecen de color verdes; y a la redonda de dichas piedras veintiséis cascabeles de oro; y en el dicho collar diez piedras grandes engastadas en oro, del que cuelgan ciento y cuarenta y dos pinjantes de oro.

Cuatro pares de antiparras, los dos pares de hoja de oro delgado, con una guarnición de cuero de venado amarillo, y las otras dos de hoja de plata delgada con una guarnición de cuero de venado blanco, y las restantes de plumajes de diversos colores y muy bien obrados, de cada una de las cuales cuelgan diez y seis cascabeles de oro, y todas guarnecidas de cuero de venado colorado.

Cien pesos de oro por fundir para que sus reales altezas vean cómo se coge acá oro de minas.

En una caja, una pieza grande de plumajes forrada en cuero, que en su color parecen martas; y atadas y puestas en dicha pieza, en el medio, una patena grande de oro que pesó sesenta pesos de oro; y una pieza de pedrería azul un poco colorada. Y al cabo de la pieza otro plumaje de colores que cuelga de ella.

Un moscador de plumajes de colores con treinta y siete verguetas cubiertas de oro.

Una pieza grande de plumajes de colores que se ponen en la cabeza (Penacho), en la que hay a su redonda sesenta y ocho piezas pequeñas de oro, que será cada una tan grande como medio cuarto, y debajo de ellas veinte torrecitas de oro.

Una ristra de pedrería azul con una figura de monstruos en el medio de ella y forrada en un cuero que parece por sus colores, de marta, con un plumaje pequeño, del cual arriba se hace mención, son de esta dicha ristra.

Cuatro arpones de plumajes con sus puntas de piedra atadas con un hilo de oro, y un centro de pedrería con dos anillos de oro, y lo demás plumaje.

Un brazalete de pedrería, más una pieza de plumaje negra y de otros colores, pequeña.

Un par de zapatos de un cuero que por su color parece de marta; y sus suelas blancas cosidas con hilos de oro.

Un espejo puesto en una pieza de pedrería azul y colorada con un plumaje pegado. Y dos tiras de cuero colorado pegados y otro cuero que parece del de aquellas martas.

Tres plumajes de colores que son de una cabeza grande de oro que parece de caimán.

Unas antiparras de pedrería azul forradas en cuero que por sus colores parecían de marta, en cada quince cascabeles de oro.

Un manípulo de cuero de lobo con cuatro tiras de cuero que parecen de martas.

Unas barbas puestas en unas plumas de colores, y las dichas barbas son blancas, que parecen de cabellos.

Dos plumajes de colores que son para dos carpetas de pedrería que abajo dirá.

Otros dos plumajes de colores que son para dos piezas de oro que se ponen en la cabeza, hechas a manera de caracoles grandes.

Dos pájaros de pluma verde con sus pies y picos y ojos de oro, que se ponen en una pieza de las de oro que parecen caracoles.

Dos guariques grandes de pedrería azul, que son para poner en la cabeza grande del caimán.

Una cabeza de caimán grande de oro, que es la que arriba se dice, para poner las dichas piezas.

Un capacete de pedrería azul con veinte cascabeles de oro que le cuelgan a la redonda con dos sartas que están encima de cada cascabel, y dos guariques de palo con dos chapas de oro.

Un pájaro de plumajes verdes y los pies, pico y ojos de oro.

Otro capacete de pedrería azul con veinticinco cascabeles de oro, y dos cuentas de oro encima de cada cascabel, que le cuelgan a la redonda con unos guariques de palo con chapas de oro y un pájaro de plumaje verde, con los pies, pico y ojos de oro.

En una hava de caña, dos piezas grandes de oro que se ponen en la cabeza, que son hechas a manera de caracol de oro, con sus guariques de palo y chapas de oro, y más dos pájaros de plumaje verde, con sus pies, pico y ojos de oro.

Dieciséis rodelas (escudos) de pedrería con sus plumajes de colores, que cuelgan de la redonda de ellas; y una tabla ancha esquinada de pedrería con sus plumajes de colores. Y en medio de dicha tabla, hecha de la dicha pedrería, una cruz de rueda, la cual está forrada de cuero, que tiene los colores como de martas.

Un cetro de pedrería colorada hecha a manera de culebra, con su cabeza y los dientes y ojos que parecen de nácar y el puño guarnecido con cuero de animal pintado. Y debajo de dicho puño cuelgan seis plumajes pequeños.

Un moscador de plumajes, puesto en una caña guarnecida de un cuero de animal pintado, hecho a manera de veleta. Y encima tiene una copa de plumajes, y que en fin de todo tiene muchas plumas verdes largas.

Dos aves hechas de hilo y de plumajes y tienen los cañones de las alas y colas y las uñas de los pies, y los ojos y los cabos de los picos de oro, puestas en sendas cañas cubiertas de oro y abajo unas pellas de plumajes, una blanca y otra amarilla, con cierta argentería de oro entre las plumas, y de cada una de ellas cuelgan siete ramales de pluma.

Cuatro pies hechos a manera de lizas puestas en sendas cimas cubiertas de oro, que tienen las colas y las agallas y los ojos y bocas de oro; y abajo, en las colas, unos plumajes de plumas verdes, y tienen hacia las bocas las dichas lizas sendas copas de plumajes de colores y en algunas de las plumas blancas está cierta argentería de oro, y abajo cuelgan de cada una seis ramales de plumajes de colores.

Una vergueta de cobre aforrada en un cuero en que está puesto una pieza de oro a manera de plumaje, que encima y abajo tiene ciertos plumajes de colores.

Cinco moscadores de plumajes de colores y los cuatro de ellos tienen a diez cañoncitos cubiertos de oro, y el uno tiene trece.

Cuatro arpones de pedernal blanco, puestos en cuatro varas de plumajes.

Una rodela (escudo) grande de plumajes guarnecida del envés y de un cuero de un animal pintado y en el campo de la dicha rodela, en el medio, una chapa de oro con una figura de las que los indios hacen, con cuatro otras medias chapas en la orla, que todas ellas juntas hacen una cruz.

Una pieza de plumajes de diversos colores, hecha a manera de media casulla aforrada en cuero de animal pintado, que los señores de estas partes que hasta ahora hemos visto, se ponen colgada del pescuezo, y en el pecho tienen trece piezas de oro muy bien asentadas.

Una pieza de plumajes de colores, que los señores de esta tierra se suelen poner en las cabezas y de ella cuelgan dos orejas de pedrería con dos cascabeles y dos cuentas de oro, y encima un plumaje de plumas verdes ancho y debajo cuelgan unos cabellos blancos;

Cuatro cabezas de animales: Las dos parecen de lobo y las otras dos de tigres, con unos cueros pintados y de ello les cuelgan cascabeles de metal.

Dos cueros de animales pintados, forrados en unas mantas de algodón, y parecen los cueros de gato cerval.

Un cuero bermejo y pardillo de otro animal, y otros dos cueros que parecen de venado.

Cuatro cueros de venados pequeños de que acá hacen los guantes pequeños adobados.

Dos libros de los que acá tienen los indios.

Media docena de moscadores de plumajes de colores.

Una poma de plumas de colores con cierta argentería en ella.

Una rueda de plata grande que pesó cuarenta y ocho marcos de plata, y más en unos brazaletes y unas hojas batidas, un marco y cinco onzas y cuatro adarmes de plata.

Una rodela grande y otra pequeña de plata, que pesaron cuatro marcos y dos onzas, y otras dos rodelas que parecen de plata, que pesaron seis marcos y dos onzas.

Otra rodela que parece asimismo de plata, que pesó un marco y siete onzas, que son por todo sesenta y dos marcos de plata.

ROPA DE ALGODÓN:

Dos piezas grandes de algodón tejidas de labores de blanco y negro muy ricas.

Dos piezas tejidas de plumas y otra pieza tejida de varios colores; otra pieza tejida de labores, colorado, negro y blanco, y por el envés no parecen las labores.

Otra pieza tejida de labores y en medio unas ruedas negras de pluma.

Dos mantas blancas en unos plumajes tejidas.

Otra manta con unas presecillas y colores pegadas.

Un sayo de hombre de la tierra.

Una pieza blanca con una rueda grande de plumas blancas en medio,

Dos piezas de guescasa pardilla con unas ruedas de pluma, y otras dos de guascasa leonada.

Seis piezas de pintura de pincel; otra pieza colorada con unas ruedas, y otras dos piezas azules de pincel y dos camisas de mujer.

Once almaizares.

Seis rodelas, que tienen cada una chapa de oro que toma la rodela y media mitra de oro.

Las cuales cosas, cada una de ellas, según que por estos capítulos van declaradas y asentadas, nos Alonso Fernández Puertocarrero y Francisco de Montejo, procuradores susodichos, es verdad que las recibimos y nos fueron entregadas para llevar a sus altezas, de vos Fernando Cortés, Justicia mayor por sus altezas en estas partes, y de vos Alonso de Ávila y de Alonso de Grado, tesorero y veedor de sus altezas en ellas. Y porque es verdad lo firmamos de nuestros nombres.—Fecho a seis días de julio de 1519 años. — Puerto Carrero.—Francisco de Montejo.

Las cosas de suso nombradas en el dicho memorial con la carta y relación de suso dicha que el Concejo de Veracruz envió, recibió el rey don Carlos, nuestro señor, como de suso se dijo, en Valladolid, en la semana santa, en principios del mes de abril del año del Señor de 1520 años.

En lugar de los dos párrafos antecedentes que no se hallan en el manuscrito del Manual del Tesorero de la casa de la contratación de Sevilla, hay el que sigue:

“Todas las cuales dichas cosas, así como vinieron, enviamos a S. M. con Domingo de Ochandiano, por virtud de una carta que sobre ello S. M. nos mandó escribir, fecha en Molín del Rey, a cinco de diciembre de mil y quinientos e diez y nueve: y el dicho Domingo trajo cédula de S. M., por la cual le mandó entregar las cosas susodichas a Luis Veret, guarda-joyas de sus majestades, y carta de pago del dicho Luis Veret de como las recibió, que está en poder del dicho tesorero”.

Don Juan Bautista Muñoz añade: "Consta en el mismo libro (Manual del Tesorero) que en cumplimiento de dicha cédula fueron vestidos ricamente los cuatro indios (dos de ellos caciques), y dos indias traídas por Montejo y Puertocarrero. Y enviados a S. M, a Tordecillas, donde estaba S. M. Salieron de Sevilla el 7 de febrero de 1520, y en esta ida y vuelta, que fue el 22 de marzo, se gastaron cuarenta y cinco días. Uno de los indios no fue a la corte porque enfermó en Córdoba y se volvió a Sevilla. Venidos de la corte, murió uno. Permanecieron los cinco en Sevilla, muy bien asistidos, hasta el 27 de marzo de 1521, día en que "partieron en la nao de Ambrosio Sánchez, para ser entregados a Diego Velázquez en Cuba, para que de ellos hiciese lo que fuese servicio de S. M."

Nota.—Siendo en la actualidad olvidadas muchas de las voces de que se hace uso en la memoria precedente, es necesario dar alguna idea de las cosas a que ahora corresponden, para su mejor inteligencia:

Los pujantes o pinjantes que sirven de adorno a los collares y otras alhajas, son pendientes, como los que ahora se usan en los sarcillos y gargantillas.

Las antiparras o antiparas las describe de esta manera el primer Diccionario de la lengua española, publicado por la Academia en 1726, que tiene el origen de las palabras y las autoridades en que se funda su sentido: "cierto género de medias calzas o polainas que cubren las piernas y los pies sólo por la parte de adelante. Cervantes, novela 3a: "Me enseñó a cortar antiparas, que como V. M. sabe, son medias calzas, con avampiés." De aquí viene sin duda el darse este nombre por ampliación a las calzoneras que usa la gente del campo.

La patena era un adorno redondo con alguna figura esculpida en él, que se llevaba colgado al cuello.

El moscador, o mosqueador, especie de abanico de plumas, a la manera de los que recientemente han usado las señoras. Su uso era muy frecuente entre los antiguos mexicanos, y apenas hay alguna pintura de aquel tiempo en que no se encuentre. Empleaban en ellos las más ricas plumas, y los mangos estaban adornados con las piedras preciosas que conocían.

Los guariques no he podido descubrir qué cosa eran; los caparetes eran capacetes, pieza de armadura que cubría la cabeza.

Las lizas eran imitación del pescado de este nombre; puestas en sendas cimas, esto es, puestas cada una en la extremidad de una varilla. En este género de fundición con diversos metales
eran muy diestros los plateros mexicanos, pues no sólo sabían sacar las piezas en una sola fundición, como éstas que aquí se describen, con las colas y las agallas y los ojos y las bocas de oro, sino alternando las escamas, unas de oro y otras de plata.

Las verjitas o verguetas eran varillas de metal o de otra materia, a manera de bastón o cetro, con alguna figura o plumaje en la punta. Se ven frecuentemente en las pinturas antiguas mexicanas.

Los guantes adobados se debe entender de cuero curtido.

Los tejidos de algodón con labores que no parecían por el revés, prueban los adelantos que habían hecho, pues sabían tejer con doble trama, que es en lo que consiste este artificio.

Los indios que fueron llevados a la corte, según Bernal Díaz, fueron cuatro, que estaban en Tabasco engordando en jaulas de madera para ser sacrificados. Fueron los primeros que se enviaron como muestra de los habitantes del país.


La noticia que precede se ha tomado de la colección de documentos inéditos del señor Navarrete.